Es imposible que dejes de imaginar. Somos creadores. Tienes
más de 60 mil pensamientos al día. Y la mayoría de tus pensamientos son basura.
Por eso el énfasis de las disciplinas espirituales de amarrar tu mente, callar
las 60 mil lenguas vociferantes y babeantes que quieren mamar y lamer e
insultar. Tú sabes que hay vidas, y posiblemente la tuya, que nunca han generado
una sola idea. Eso no es obstáculo para triunfar y ganar amigos, escribir
libros superventas de Alfaguara. Es lo que desea la masa, la gran y promiscua
mayoría a la que pertenecemos, tus 60 mil lenguas sumergidas en un mar de miles
de húmedas lenguas. Por supuesto que es impopular el concepto de disciplina en
la contemplación, la memoria, la reflexión, el cálculo y el silencio.
Disciplina orientada al modesto objetivo de aprender a pensar, a concentrarse
en todos los elementos y transformarlos en conocimiento. ¿Y qué hay con la
libertad de lamer a miles de lenguas que te van a lamer? Libertad, ése es un
concepto alcahuete y falso.
No hay creación sin disciplina. Tienes que atar tu mente y amorosamente
cortarte las lenguas a hachazos. Esas
lenguas adictas que sólo buscan y te entregan placer. Es bueno y es loable. Con
disciplina, te labras una carrera, aprendes un oficio, encuentras el amor y tal
vez nunca logres cumplir la tarea más ambiciosa de tu existencia, lograr un
momento de inspiración.
La disciplina, que es constancia, puede convertir ese poderoso
ogro adicto al orgasmo, a la violencia y al poder sobre los débiles, en una
mente creadora. No te ilusiones, es casi seguro y lo sabes, que no lo vas a lograr.
Mejor seducir y destruir esos espejos que sólo reflejan lo que no eres. Pero es
posible. Para eso estás aquí, para esa búsqueda pausada y silenciosa, y como
decía un marido cornudo, con necedad. Hay que ser necios, repetía. La
disciplina y el sometimiento a la búsqueda del conocimiento te causarán una
emoción desconocida y siempre inesperada. El conocimiento se transforma en el placer
de la imaginación. Es el motor de la creación. No de tus pensamientos, si no de
las ideas. Es el legendario orgasmo perene. El placer de ver cómo tus pensamientos
de peluquería y morbo se convierten en una estructura de ideas originales.
Ideas únicas que antes de tu catarsis no existían. A esa búsqueda puedes
dedicarle tu vida y tal vez no lo vas a lograr nunca. Y Caravaggio seguirá
orinándose encima de nosotros.
Nec spe, nec metu.