Ponemos un cuidado obsesivo en multiplicar el montón de
carne que somos, para estar en todas partes. Precisamente
como somos intercambiables porque seguimos pasivamente la voz de la manada humana,
la dictadura ideológica del Consumo nos dio el gadget para acceder a la
meta-existencia, antes sólo reservada al talento y a la inteligencia. El selfie.
Pero para trascender el telón de carne, sólo los creadores gozan del privilegio
de la inmortalidad. Y la palabra es la inmortalidad. Por eso resuena en las
concavidades de mi cráneo el humanismo, y el Rapto de las Sabinas acaba de
ocurrir. Por eso lo tuve que dibujar. Paso a paso.
La verdad no sé quién está raptando a quién. Qué importa...