Tijeras y papel, a expiar mi estupidez:
No son iguales y no son equivalentes, a pesar de la supuesta rivalidad que los unió.
Qué bellas caras me dio el trazo del lápiz. Es la magia del instrumento casi más antiguo del dibujo. El primero fue un pedazo de carbón.
Pero como siempre, la tinta empieza a endurecer el trazo y la sutileza de la emoción desaparece. Y aquí no se acaba, el entintado fue de mal en peor:
Para tratar de disimular, le puse un piso cuadriculado y los personajes invocados por el trazo, desaparecieron, y sigo acumulando errores:
No lo voy a dejar así. Tengo que recuperar el pasado.
Publicado en Laberinto bajo la tolerancia de José Luis Martínez S,