Transformar, ésa es nuestra fantasía. Cambiarnos por lo que no
somos, por lo que soñamos que seremos. Por lo que creemos que nos merecemos.
Por nuestra incapacidad de aceptar que lo único que tenemos es el presente, nuestra
conciencia y que fuera de eso, más allá de nuestra piel, no hay nada. No hay
magia, no hay deseos, no hay nada. Sólo el vacío que llenamos con el contacto
de otra persona, o con el arte. Pero no hay nada y yo sigo pensando en la magia
aun cuando el presente me da de patadas en el culo y en los huevos. Un necio o
un cobarde. Por eso, tomo un pedazo de papel y parcho mis dibujos. Porque allí,
en ellos, mis deseos son la realidad, y así logro cambiar a Thomas de Quincey
en Dante Gabriel Rossetti y alguna de sus incestuosas hermanas. Porque fuera del
suntuoso palacio de la imaginación, no hay nada.
Publicado en Laberinto, gracias a la tolerancia de José Luis Martínez S. |