Eko y Denisse

Portada del Libro de Denisse. Minimalia

Coincidíamos en la redacción de sábado, cuando visitábamos al gran Huberto Batis. Eko y yo éramos privilegiados pues sus dibujos y mis textos aparecían en las páginas de ese suplemento dirigido con maliciosa sabiduría por aquel excelso pornócrata y editor que alojó sin miramientos a turbas de poetas, periodistas, narradores y otros desamparados.
Yo era —lo sigo siendo— un ferviente admirador de Denisse, una hermosa mujer de selvática cabellera y siempre desnuda —más que desnuda— con la que Eko extasiaba a una lúbrica generación de lecto-escritores. Las tiras fueron recogidas venturosamente en El libro de Denisse, con prólogo de José Luis Cuevas y una inquietante selección de textos de Andrés de Luna (Grijalbo, 1990), ambos erotómanos de gran calado.
“Aprendí que dibujar excita a las mujeres”, confesaría Eko más tarde. “No me ven a mí, ven mis dibujos. Piensan que si soy capaz de dibujar esto, soy capaz de otras cosas”. La inaprehensible Denisse mostraba cada sábado las formas más extremas y terribles del erotismo. Voluptuosa y sádica, pero también frágil e incluso sumisa, era la representación perfecta de los delirios más lúcidos del Divino Marqués. “La voluptuosidad y el erotismo son materia del arte”, dice Héctor de la Garza, el nombre de Eko cuando deja las plumillas y la tinta a un lado. “La vida del artista también es materia del arte, sus obsesiones alimentan su obra, la disciplina y el rigor las definen”. Es cierto, en las aventuras en las que Eko obligó a participar a Denisse —y en las que el pícaro dibujante se solazaba—, el dibujo es perfecto, armonioso, como si hubiera sido trazado de una sola vez con una única línea que se prolonga portentosamente para dar aliento a personajes y escenas de lascivia impensable por su refinamiento y su crueldad inaudita. Varias veces, recuerdo, volví la vista una y otra vez al horizonte y después al papel para asegurarme de que la insólita imagen era real y que Denisse, poseída por bestias y demonios, llorando y rabiando de dolor y gozo, efectivamente era sujeto de indecibles torturas y placeres prohibidos.
A Eko se le ha acusado de pornográfico —a lo que nuestro artista responde con una sonrisa que podría parecer perversa— e, increíblemente, se le sigue censurando en nuestros días, como aconteció con su muestra Después de la orgía en un espacio de la mojigata colonia Condesa de la Ciudad de México. Escribe Eko: “Los dibujos que colgué en salón principal del Café 22 fueron descolgados. Los asiduos se escandalizaron de las imágenes explícitas de penes y coños que colgaban de las paredes. Hoy que podemos ver cotidianamente asesinatos y decapitados por miles, que escuchamos cómo la impunidad es la forma de relacionarse con la ley, ver el cuerpo humano y nuestra sexualidad es repudiado como un delito. Hasta que no seamos capaces de mirarnos no seremos capaces de enfrentar nuestros problemas. Estoy consciente de que mi obra, más que nada, exhibe los prejuicios y las limitaciones de la sociedad, y corro ese riesgo cada vez que expongo. Mi trabajo seguirá adelante, la censura no es una fuerza capaz de detenerme”.
Sus maestros, los míticos Josep Bartolí y Vlady, adivinaban ya esa perversión temprana y trataron de sublimarla predicando con las obras de Durero y Rembrandt, logrando con ello tan sólo convertir al púber artista en un virtuoso que parió a uno de los seres más bellos y entrañables de la gráfica contemporánea.

Lord Ganesh protege a los libros con lectores

Los libros cobran vida cuando los abro, y empiezan a platicar desde la primera letra. Estamos contenidos en los libros, lo demás es ceniza....